SANTO DOMINGO.-El joven patrullero quiere extender la hegemonía que representó su padre Melquíades, sus tíos Felipe, Mateo y Jesús en el béisbol profesional pero desde los Tigres del Licey.
Mel Rojas Jr. pertenece a un árbol genealógico de mucha tradición béisbolera en la República Dominicana. Su padre Mel Rojas, sus tíos Felipe, Jesús y Mateo Rojas Alou, así como su primo segundo Moisés Alou representan ese cuadro familiar a la que el joven jugador se.
“Lo primero es que uno debe de sentirse más que orgullo de venir de una familia muy respetable y querida en todo el mundo”, relata Rojas Jr. “Es un orgullo venir de una familia de mucha tradición en el béisbol. Es algo que te hace sentir honrado de pertenecer a un cuadro familiar como este”, agrega.
Sostiene que su llegada a los Tigres del Licey le brinda una mejor oportunidad para seguir inmortalizando el apellido, a pesar de que su familia dejó huellas imborrables dentro de los Leones.
“Parte de mi familia es liceísta, pero también escogidista porque muchos jugaron en ese equipo. Me siento muy orgulloso de ser parte de ellos. Soy fanático de los dos desde pequeño, obviamente liceísta ahora mismo”, indica Rojas Jr.
Y es que este cuadro está muy repartido en cuanto a la preferencia de equipos. Felipe y Mateo vistieron por muchos años el uniforme de los Leones.
En tanto, Jesús jugó para ambos clubes; su padre con los escarlatas y las Estrellas. En cambio su madre, Ramona Ventura simpatiza por el Licey, y Moisés ocupa la gerencia general del Escogido desde la temporada 2009-2010 con tres campeonatos nacionales y dos Serie del Caribe.
“Felipe como cabeza del grupo significa mucho, no solo para la familia, sino para todo el pueblo dominicano porque fue un gran pelotero y además de eso, fue un excelente dirigente en las Grandes Ligas. Les abrió las puertas a muchos jugadores que hoy tienen peso en el béisbol”, indica.
Grato recuerdo
Mel Rojas Jr. tiene una anecdota que siempre revive junto a su padre. Es que el día que Melquíades Rojas, con apenas 23 años, debutó el primero de agosto de 1990 en las Grandes Ligas (con los Expos de Montreal), Rojas Jr. ya tenía siete semanas de haber nacido.
“Soy muy unido a mi padre. Siempre conversamos de lo bueno y lo malo que hay en el béisbol. Siempre está atento a lo que hago dentro y fuera del terreno. Me ha dado mis cocotazos por la vía telefónica al saber que hice algo malo. Lo escucho, pero sobre todo lo admiro como padre y por lo que sigue haciendo por el béisbol. También de Jesús recibo muchos consejos”, indica.
Y fue precisamente su padre, quien lo introdujo al mundo del béisbol, aunque señala que en un momento decidió inclinarse por el baloncesto, algo que fue pasajero. “Entendí que eso no era lo mío. Ahí no iba a encontrar el sustento para mi familia, por lo que eché a un lado el baloncesto y volví a la pelota nuevamente por la familia, la tradición, y aquí estamos, haciendo lo que me gusta y sé hacer”, sostiene.
Mel Rojas fue seleccionado por las Estrellas Orientales en la tercera ronda del Sorteo de Novatos, celebrado por la Liga Dominicana de Béisbol (Lidom) el 17 de agosto de 2011. A finales de agosto pasado llegó a las filas de los actuales campeones nacionales a cambio de Jordany Valdespín.
“Recuerdo que cuando ese cambio se dio, lo primero que hice fue llamar a mi mamá, quien se puso muy contenta al saber que iba a jugar con el Licey. Eso me llenó de mucha satisfacción al sentirla muy contenta con la noticia”, expresa el joven patrullero.
Agradeció a los ejecutivos de las Estrellas su estancia en esa organización y por ser el equipo que le dio la oportunidad de desarrollar su talento en la pelota dominicana. “En las Estrellas había buen ambiente.
Es un tremendo equipo que trata bien al jugador, pero hay que entender que esto es un negocio. Hoy tú estás aquí y mañana no sabe en donde caerás. Ahora me siento contento de estar en otro equipo de mucha tradición como es el Licey”, señaló.
Un hombre familiar
Mel, quien firmó con los Piratas de Pittsburgh en 2010 por la suma de 250 mil dólares, se considera una persona tranquila cuando está en el país, tras agotar una temporada en las Menores.
“Me gusta compartir con mis amigos. Siempre hacemos una comilona y nos ponemos a jugar dominó. Hacemos una parrillada hasta tarde de la noche. Todo eso lo hacemos en la casa de manera tranquila. No soy callejero. Lo mío es mi pelota, mi familia y mi casa”, señala.
Por Julio Ernesto Castro
El Caribe