PORLAMAR, Venezuela.- Más allá del lógico interés que despertó el regreso de un equipo cubano a la Serie del Caribe, ya sea por su ausencia del torneo a lo largo de 54 años o por el talento que muchos equipos de Grandes Ligas quisieran poseer, se encuentran otros aspectos donde la nostalgia y los sentimientos están a flor de piel.
Tanto en el roster de Licey (Dominicana) como en el de Hermosillo (México) y Magallanes (Venezuela) están presentes cinco peloteros nacidos en la isla que fue invitada para disputar el torneo caribeño de Margarita.
¿Qué los une en este caso, además de su nacionalidad? Pues que salieron de su nación por la vía de la deserción; es decir, abandonaron esa posibilidad de estar en casa, para buscar otra manera de vivir alejados de su ambiente natural.
Al encontrarse del otro lado del terreno, cada uno de esos cinco jugadores ven, de alguna manera, reflejado su nexo indisoluble con la tierra que los vio nacer.
El reencuentro
«Una de las cosas por las que viajé aquí a Venezuela también fue para ver a mis compañeros, poder extenderle mi mano y darle un abrazo. Hacía mucho tiempo que no veía a muchos muchachos que jugaron conmigo en la selección», cuenta Yunesky Maya, lanzador que trabajó esta temporada con los Tigres de Licey en la Liga Dominicana.
Maya se fue de casa en 2010 cuando era uno de los serpentineros respetados de la Serie Nacional, donde dejó récord de por vida de 48 triunfos y 29 derrotas, más promedio de carreras limpias permitidas de 2.51 con la divisa Pinar del Río.
La primera vez que intentó salir de Cuba, en 2009, fue frustrada y su «confiabilidad política» disminuyó. Lo volvió a intentar poco después y acertó, pero con el precio de estar lejos de su familia.
Como era de esperarse, llegó a las mayores con los Nacionales de Washington y, para este año, firmó un contrato de ligas menores con los Bravos de Atlanta, donde busca otra oportunidad de estar en el máximo nivel una vez más.
Más allá de cumplir con el objetivo que implicó un gran sacrificio, para Maya pensar en la posibilidad de viajar a Venezuela para ver a sus compatriotas le despertó mucha ansiedad.
«Yo sabía que no me iba a sentir bien pitchándole a mis coterráneos», confesó. «Y el cuerpo de dirección de este equipo, Licey, me dio esa confianza (…) Ellos me apoyaron, estuvieron claros, y gracias a Dios no tengo que cumplir ese rol porque, de verdad, no me sentiría bien haciendo eso».
Por fortuna, cuando el primer día se vieron las caras en el acto inaugural, hubo ese primer contacto sin ningún inconveniente. ¿Qué podía esperar Yunesky Maya al reencontrarse con la estructura que decidió rechazar?
«Venía con un poco de miedo, pero no. Las cosas están cambiando y, gracias a Dios, he podido conversar con mis compañeros, abrazarlos y tratar de ayudarlos en lo más que pueda», expresó.
La óptica es distinta una vez que se ven los toros detrás de la barrera. Pero es difícil no sentir añoranza por lo dejado.
«Al final me da esa nostalgia ¿no?, pero, nada, yo pienso que a veces uno toma decisiones y así es la vida».
Por Amador Montes Bolet
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