El Emergente

seriedelcaribe  L a Serie del Caribe, como si ya no tuviera suficientes problemas, ahora añade la ausencia de público en las tribunas. Había ocurrido cuando Puerto Rico fue sede, pero esto que se ha visto en Santo Domingo es para preocuparse.

Porque ya en Santiago de los Caballeros, hace cuatro años, hubo espacios vacíos en el estadio Cibao, a pesar de que las Águilas Cibaeñas y los Tigres del Licey, rivales eternos de la pelota quisqueyana, se vieron las caras en aquella justa, al sustituir Licey al inexistente campeón boricua (el torneo puertorriqueño se canceló en aquella oportunidad).

Señalar que se trata del costoso precio de las entradas no aplica, porque ¿cuándo la acción de los revendedores, para poner un ejemplo extremo, ha impedido que se llene el Universitario cuando juegan Caracas y Magallanes en un buen momento de ambas divisas?

¿Cuándo el Fenway Park o el Yankee Stadium han quedado a medio llenar, cuando juegan los Medias Rojas y los Yanquis y ambos elencos están en carrera? Asientos vacíos significan falta de interés.

Y la falta de interés significa que la justa corre el mismo peligro que en los años 80 y tempranos 90, cuando incluso hubo una suspensión y sólo México y Venezuela eran garantía de buena organización y asistencia. 
 
La Serie del Caribe se salvó cuando, en 1996, surgió el Dream Team de Puerto Rico y, un año después, el Equipo de Ensueño de República Dominicana. Fue la última era de brillo del torneo, con grandeligas estelares y verdaderas selecciones nacionales.

La Confederación del Caribe, cabalgando ese éxito, logró firmar contratos de patrocinio multinacional por varios millones de dólares en 1999.

El futuro de la cita parecía asegurarse. Pero a partir de allí comenzó un declive sostenido; la liga de Borinquen menguó, ante la ausencia de público y estrellas, hasta el punto de desaparecer temporalmente, en 2006; los bigleaguers dijeron adiós, al extremo de que Venezuela logró el campeonato en 2009 con un roster de jugadores provenientes de circuitos independientes; y las tribunas, ya se sabe, se están vaciando.

Un ejecutivo venezolano nos decía, días atrás, que la serie sería un éxito si se realizara todo el tiempo en México y en nuestro país. Puede ser. Pero no es así. Por tanto, urge tomar medidas. 
 
Esta competencia tiene 62 años de existencia. Hay quien dice que es imposible cambiarla. No estamos de acuerdo.

Y sólo para contrastar, recordemos cómo se jugaba el Mundial de fútbol hace 62 años, en 1950. Aquella copa se organizó para 16 países, aunque al final sólo se presentaron 13. Los participantes se dividieron en cuatro grupos, los cuatro ganadores avanzaron a una final todos contra todos y Uruguay salió campeón.

De no ocurrir el Maracanazo, Brasil habría celebrado su primera conquista mundialista. A los amazónicos les bastaba con empatar con los charrúas para lograr el trofeo. Sí, el calendario de competición se diseñó de tal modo, que el juego final ha podido terminar con igualdad de goles y alguien habría sido campeón.

¿Ven cuánto ha cambiado esa reunión? Hoy asisten 32 naciones, se eliminan por grupos, avanzan a octavos de final, cuartos y semi, hasta encontrarse los dos supervivientes en el duelo decisivo. La Serie del Caribe, en cambio, mantiene el mismo formato de 1950, la misma estructura de los tiempos del Maracanazo.

Por eso las tribunas no se llenan, porque no se ha atacado la ausencia de figuras con audacia. Hay que convertir la cita en un choque de países, incluir a dos equipos más entre Colombia, Cuba, Panamá y Nicaragua, crear grupos eliminatorios, una semifinal y una final. Y hay que hacerlo ya. Es eso o morir de mengua. 

Por Ignacio Serrano
El Nacional
 
Twitter: @IgnacioSerrano Visita www.elemergente.com

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