El comienzo

El comienzo

 

 

Hasta hace poco menos de 20 años se tenía como un hecho que no aceptaba discusión la tesis de que el béisbol había llegado al país en 1891 introducido por dos hermanos cubanos: Ubaldo e Ignacio Aloma.

Era un pecado oponerse a esa tesis que fue respaldada por los cronistas deportivos de gran parte del pasado siglo 20, e incluso fue publicada en todos los libros que sobre el tema se escribieron en el país.

Sin embargo, desde hace un tiempo, esa afirmación ha perdido fuerza y a pesar de que todavía hay muchos que la dan como buena y válida, cada día son menos los teóricos del béisbol dominicano que están de acuerdo con esa afirmación.

Esa tesis sustentada por exitosos cronistas deportivos como don Cuqui Córdova, Héctor J. Cruz, Natalio Redondo, Mario Alvarez Dugan (Cuchito), Max Reynoso y el propulsor Fernando A. Vicioso, entre otros, ha sido sustituida por una,  más creíble, y es la sustentada por el destacado periodista e investigador venezolano Juan Vené.

Vené asegura que el béisbol llegó al país el día 25 de septiembre de 1886 traído por la tripulación del vapor “María Herrera”.

Explica que después del béisbol extenderse por toda la unión americana, producto del flujo constante y sostenido intercambio comercial existente en la época entre los norteamericanos y la entonces colonia española,  la más grande de las Antillas, Cuba, llegó a nosotros.

El béisbol en Cuba prendió rápidamente expandiéndose por todo su territorio y antes de llegar a nuestro país, en esa isla habían equipos bien organizados.
Con dos equipos formados por los tripulantes del vapor citado, se realizó en la playa de Pietre (Pita) de San Pedro de Macorís, el día 25 de septiembre de 1886, el primer encuentro de béisbol en nuestro país.

Esos equipos respondían a los nombres de “Santiago de Cuba”  y “Angelina”.

Como es de suponer, el partido entonces, y a pesar de lo rudimentario de la época, llamó la atención de los dominicanos y de muchos extranjeros que vivían  en el país, principalmente ciudadanos cubanos y norteamericanos que ya  conocían el béisbol.

Luego de este juego, tanto los criollos como los residentes cubanos y norteamericanos,  fueron los “herederos”, de los bates, guantes y pelotas utilizados y dejados por los marineros del “María Herrera”  y se encargaron de expandir por el país la semilla del béisbol.

Entre esos propulsores se podrían citar a los hermanos cubanos Ignacio y Ubaldo Aloma, los que sin dudas conocieron y practicaron el deporte en su tierra natal.

 

Presidentes del Licey

 

 

 

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